¿Ya lo hemos valorado de verdad?
¿Somos realmente conscientes de lo que está pasando en las ligas nacionales?
Y cuando hablo de ligas nacionales, hablo también de la División de Honor, claro.
¿Alguien se ha parado a mirar?
En División de Honor, todos los equipos son catalanes, salvo uno de Ceuta, uno de Canarias y otro de Madrid.
En Primera Nacional, hay un porrón de buenos equipos catalanes —siete concretamente, la mitad de la liga—.
Y en Segunda Nacional, solo hay uno... En el tercer escalón nacional, solo uno 🤔
El nivel catalán es enorme.
Compiten continuamente entre ellos, se hacen mejores unos a otros.
Unos, porque entrenan muchas veces juntos o en contra.
Y los otros, porque pueden reajustar plantillas cada año: fichajes, cesiones, “cambios de cromos”...
Un ecosistema que les hace crecer constantemente.
Desde mi humilde postura, y desde mi humilde club (aunque no sé cuándo se deja de decir “humilde” después de tanto tiempo), puedo decir que llevamos 27 temporadas en liga nacional, 26 en Primera.
Y sí, cada año es más costoso.
Porque las cosas como son:
El núcleo del waterpolo español está en Cataluña, o mejor dicho, en Barcelona.
El resto de equipos en nacional resistimos ese empuje barcelonés.
Algunos con proyectos ambiciosos, fichando —y lo entiendo, no lo comparto—, sobre todo si eres el único club de tu comunidad o el equipo puntero de tu zona.
Otros, tirando de cantera, intentando crecer desde dentro y acercarse a ese nivel cada vez más alto.
Y mientras en muchos sitios los jugadores cobran por jugar, en Askartza, nuestros jugadores pagan por hacerlo.
Así de simple. Así de admirable.
En nuestro caso, en Askartza, no hay fichajes, no hay cesiones, no hay cambios de cromos.
Hay un grupo amplio, joven, valiente, que sube con ganas de llegar a jugar en nacional.
Nuestra inercia es nuestro secreto.
No voy a descubrirle a nadie nuestra piscina…
Pero si os doy un par de datos, entenderéis un poco más quiénes somos:
Este año hemos sacado 18 equipos, con 190 waterpolistas.
Ese dato ya dice mucho: aquí queremos que nuestros/as jugadores/as jueguen.
Compartimos —o mejor dicho, usamos— una instalación de un colegio, con 2.300 alumnos, además de actividades de alquiler y cursillos.
Nuestra realidad no es fácil. Cada vez debemos estar más alerta.
Pero nuestro proyecto es precioso.
Tiene continuidad, tiene alma.
Y desde mi posición, siento una enorme responsabilidad, una mezcla de presión, estrés y orgullo por un escudo que apostó por mí hace ya 15 años.
Este sábado jugamos.
Y vamos más que nunca a por esos tres puntos. 💪🔴