viernes, 23 de mayo de 2025

Piiiip!

¿Puede un árbitro de waterpolo ser accesible, empático y saber escuchar?

Claro que sí. Para mí, el mayor logro de un árbitro es que nadie se acuerde de él. Que sea capaz de llevar un partido sin necesidad de mostrar tarjetas (aunque, por supuesto, a veces sean necesarias). Que al final del encuentro, si alguien quiere conversar sobre una jugada, pueda hacerlo. Que mantenga un criterio coherente, tanto en las expulsiones como en los penaltis.


Un árbitro debería transmitir tranquilidad, dar la sensación de que el partido está en buenas manos. Que ambos equipos confíen en que será justo.

Y lo cierto es que hay muchos árbitros así. Podemos sentirnos afortunados del buen nivel humano y técnico que hay en el arbitraje.


Pero también me gustaría que todos esos árbitros con experiencia guiaran a las nuevas generaciones. Porque ser árbitro y joven no es fácil. Los equipos te ven joven, a veces incluso débil. Los jugadores/as han sido compañeros y rivales, y cuesta imponerse. Quieres demostrar que estás a la altura, que tienes carácter... y en esa tensión, puedes recurrir a tarjetas o a decisiones drásticas que quizá podrían evitarse.


Una frase a tiempo, una actitud empática, puede ser más efectiva que una sanción.

El verdadero triunfo del árbitro es dar seguridad a ambos equipos.

Acompañar a los jóvenes, formar con el ejemplo, es esencial.


Vienen tiempos difíciles, donde el que gana es el rey y el que pierde es un pringado (aunque no debería ser así). En un deporte que depende tanto de un silbato como es el waterpolo, más que nunca necesitamos árbitros que transmitan calma, justicia y respeto.


Porque ahora, más que nunca, debemos evitar conductas inapropiadas y proteger lo más importante: el juego limpio y la pasión por este deporte.

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